El escritor negro o fantasma
El escritor fantasma o negro literario: ese sujeto singular que engloba a la pluralidad de escritores que se ganan la vida entre bambalinas; escritores de raza que, como las meigas, no existen, pero que haberlos hay los. Picadores de letras, artesanos de la palabra, vendidos a autores célebres y no tan célebres que pueden darse el lujo de pagar.
El escritor fantasma o negro literario: un oficio en la sombra
A veces solo edita o embellece, es decir, contribuye con sus conocimientos a redondear lo que el autor ha esbozado. Pero el escritor fantasma sigue siéndolo aunque su intervención sea menor.
¿Por qué sigue siendo fantasma? Su labor no queda reflejada, no se reconoce que ha estado ahí ni que le corresponde buena parte del mérito. El crédito se lo lleva íntegro quien firma. Ese es el acuerdo. Ni seudónimos ni regalías que se pudieran detraer de las ventas.
Los contratos entre el escritor fantasma y la parte contratante suelen tener una cláusula de confidencialidad en virtud de la cual:
La parte contratada se compromete a no divulgar pormenores relativos al encargo.
La identidad de la figura para la que trabaja queda salvaguardada.
Se pactan unos plazos de entrega y un precio.
No obstante, sea verdad, pos verdad o maledicencia: se dice de Vargas Llosa que ofreció en otro tiempo este tipo de servicios y que es él quien tira ahora de ellos. También se dice del rey Stephen King y del mismísimo Shakespeare. Puedes acceder a más información en este artículo de la Wikipedia.
Un invento que viene de lejos
Escritor fantasma o negro literario, que casi se lo denomina más así, al menos, por estos lares. En el mundo anlgosajón, en cambio, prevalece el primero: ghostwriter.
Se cuenta que Alejando Dumas padre está en el origen de la expresión por tener una factoría de negros a su cargo. Hasta 76, dicen, organizando tramas, recabando datos… Una plantilla que más de una editorial quisiera poder sostener hoy. Y, según la leyenda, un negrero mayúsculo. Aunque algo haría bien el hombre: los negros que se emancipaban para vivir sus propias aventuras literarias, no parecían alcanzar el éxito logrado bajo su techo. Tal fue el caso de Auguste Maquet. Aunque también hay críticos que dicen que quien acuñó el término (Eugène de Mirecourt; corría 1845) tuvo como propósito urdir una campaña de desprestigio contra Dumas padre.
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